Me miré en el espejo, y vi a la muerte. Entré al portal de la casa de mi madre tranquilamente, hacia mucho que no iba a visitarla, y ya con sus 60 años necesita que vaya más a menudo. Una vez subidos los escalones, me hallaba frente a la puerta; saqué mis llaves del bolsillo, que estaban adornadas con unos huesos, y abrí. Saludé a mi madre:
-Mamá, ya llegué.
No hubo respuesta. Lentamente y con cierta desgana, entré a su habitación; mi madre, entonces, se giró hacia mí con cara de espanto. Ahora lo entendía todo. Le tiene miedo a la muerte.
Gabriel Cima Viña, 1º B Bachillerato
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